lunes, 26 de agosto de 2019

Yo hombre.


Hoy tuve psicólogo. Nunca me preparo para las sesiones pero hoy decidí contarle una experiencia vivida hace más de 25 años atrás; me vino al recuerdo hace dos o tres días y pensé ‘quizá me sirva contársela a ver si de ahí sale algo’…

… Era de noche, mi hijo pequeño ya dormía en mi cama (yo hacía mis quehaceres y antes de acostarme lo pasaba a su camita). Esa noche me puse pijama y me acosté a su lado para sentir su calorcito. Pasó poco rato y de pronto me sentí incómoda, extraña, ajena… noté que  mi cuerpo no era el mío sino el de un hombre. Era un cuerpo alto de hombros anchos, brazos gruesos, manos grandes… me aparté del niño sintiendo que no estaba bien que lo tocara siendo un extraño (yo misma(o)). Me sobresalté mucho y me acomodé para evitar la sensación, pero no se fue. Intenté –casi asustada- evadirla tres o cuatro veces pero no fue posible. De pronto tomé la decisión de aceptar la experiencia a ver adónde me llevaba, qué significaba y me dejé llevar. Todo esto sucedía estando yo absolutamente despierta y lúcida. En un instante era yo un hombre maduro, de unos 40 años, época mediados de los años 50’. Estaba en una casa –mi casa- de esas que dan directo a la vereda, sin jardín; con una puerta y luego una mampara de vidrio y dos ventanas hacia la calle; el resto de la casa discurre por un pasillo largo hacia el fondo con habitaciones a ambos lados… La habitación de la izquierda era un escritorio; yo estaba allí terminando de escribir una carta dirigida a una mujer –mi pareja- en donde ponía fin a la relación. No vi nada de lo escrito, ni siquiera el nombre que puse en la rúbrica. Doblé con cuidado y lentamente la carta y la puse en un sobre en donde escribí la dirección Atacama n° xxx. Puse la carta en el bolsillo izquierdo de mi chaqueta (vestía formal con un terno color café) y salí a la calle. Me dirigí a mi auto estacionado en la calle justo fuera de mi casa. Le di la vuelta por detrás para subir al asiento del conductor…-mi ánimo era triste, melancólico, dubitativo pero inexorable. Sabía que debía poner fin a esa relación a pesar de amar a esa mujer-. Abrí la puerta del auto y me quedé ahí parado, indeciso y triste, no subí inmediatamente. Estaba en eso cuando fui arrasado por un camión ¾, viejo, cargado como con cachivaches. Arrancó de cuajo la puerta de mi auto y a mí me aplastó contra ella… segundos después veía yo esta escena desde algunos pocos metros de altura…mi cuerpo despaturrado, la puerta del auto en el suelo y un poco más adelante el camión…de pronto miré unos 50 metros hacia adelante por la vereda de mi casa y vi venir una pareja caminando plácidamente tomados del brazo. En ese momento volví en mi yo mujer y me levanté rápido a mirar el mapa de mi ciudad para ubicar la dirección que escribí en el sobre de la carta. Estaba en una triangulación con la casa en que yo nací y la casa de mi abuela materna, todas cercanas a no más de 6 o 7 cuadras la una de la otra!! No lo podía creer! Resultaba que esta mujer a quien yo amaba y con quien debía terminar, era vecina de mi familia…

Buscando una explicación a esta extraña experiencia, pensé que quizá en mi vida anterior fui ese hombre y que al morir en ese accidente mi alma se refugió en el vientre de la mujer que caminaba con su pareja, para reencarnar. He vivido tan ocupada en sobrevivir que hasta hoy he hablado esto con muy poca gente y no me he dado mucho el tiempo para reflexionar sobre ello. Mi psicólogo lo abordó tratando de pesquisar mis emociones en cada momento vivido y quedamos en retomar el tema en la próxima sesión.  

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