sábado, 28 de diciembre de 2019

Mamá

Pienso poco en ti. Cuando te fuiste no alcancé a sentirme en duelo. L. opacó ese posible sentimiento con su terrible golpe. Yo estoy ya un poco mejor, recuerdo que te daba nervios verme con esa cara deformada por la pena. Creo que no me era posible imaginar que mi cara te dolía por mi dolor, por tu amor hacia mí. Yo nunca sentí que me amaras. Sí al final noté que eras más amorosa conmigo, pero ya habían pasado 60 años. Era difícil creerme el cuento. Creo que me empezaste a ‘ver’ un poco. Antes siempre me sentí o invisible o derechamente molesta hacia ti. Nunca me tocaste, nunca me hiciste un cariño, no te ocupabas de mí. Yo era bastante guacha en realidad. No me veías o preferías no verme. Te incomodaba mi existir. Yo sé que una época fui muy pesada contigo. En mi adolescencia. Pero hoy miro esa actitud mía y la justifico. Había sido siempre tan ignorada por ti que era imposible no sentir una tremenda rabia hacia ti. Sin embargo me duró poco. Siempre intentaba acercarme pero no sabía cómo hacerlo. Tenía mucho miedo a tu rechazo, ese que me demostrabas con una rabia tan profunda y evidente que se llegaba a acercar al odio. Yo sufría mucho por ese abandono tuyo. Pero extrañamente como que me hacía la lesa poniendo mi dolor y mis penas en responsabilidad de mi papá, por ese miedo que le tenía. Supongo que era porque te necesitaba. Y no renunciaba a ser tu hija, a que me vieras, me hablaras como una madre debe hablar a su hija. Te necesitaba. Mi tía K. reemplazaba un poco tu falta pero no era lo mismo. Yo me sentía con ella segundona, aguachada, pero no de primera línea como sus hijas –mis primas. Nunca he tenido recuerdos tuyos de gestos positivos hacia mí. Todo lo que hay y que no quiero seguir recordando, es negativo y rencoroso. Supongo que tenías tus razones.
Hoy hice una regresión y la psicóloga me comentó lo que muchos comentamos, pero esta vez me hizo más eco. Te elegí. Te elegí como mi madre por algún motivo relacionado con mi existencia, con mi tarea de crecer. Este ejercicio de hoy fue muy interesante. Sí estoy muy cansada. Y aún no logro reencontrarme en la que soy después de esa experiencia. Madre, descubrí que tengo un algo de ángel en mí. También descubrí que en una vida anterior fui ángel y compinche muy cercana de mi padre, siendo él también un ángel. Creo que él te dejó muy en claro lo importante que era para él que yo naciera. Y que eso te insegurizó y por eso las emprendiste conmigo, contra mí. No podía ser contra mi papá porque lo amabas con locura. En el ejercicio A. me atendió con mucho amor, con un amor dulce y verdadero. Y cortó los lazos que me unían a ti y a mi papá formando una triangulación enfermiza, que siempre sentí pesando sobre mí y de la cual no lograba escapar. Hoy comienzo una nueva etapa. A me invitó a entrar con él en un camino de luz. Cuando le pedí –al final del ejercicio- que no me abandonara, me dijo que siempre estaría cerca, pero que ahora que yo sabía que era angélica sabría resolver por mí misma utilizando ese atributo angelical frente a circunstancias adversas. Como ves madre, hoy doy un paso importante. Ya no los necesito, ni a ti ni a mi padre. Siempre me avergoncé de estar pegada a ustedes, sintiendo su incomodidad, y sin poder hacer nada para volar sola, no tenía valor. Hoy emprendo un vuelo distinto, sola y autónoma con mi angelicidad. Soy ángel y eso me da una tremenda tranquilidad y serenidad. Puedo fiarme más de mí misma y de que sabré protegerme cuando sea necesario. En este inicio de un nuevo camino iré aprendiendo a usar esta herramienta mágica que siempre estuvo conmigo pero que yo nunca reconocí. Mamá, te perdono, A me dijo, como Jesús, perdónalos porque no saben lo que hacen. Y así lo hago madre. Y te dejo libre al tiempo que me libero. Te agradezco las enseñanzas que me diste aunque no sepa de qué se trató. Ahora trataré de encontrar o más bien reencontrar ese camino luminoso que A me enseñó y continuar por esa senda viendo qué más me enseñará la vida. Junto con perdonarte trataré de sentirme mejor y quejarme menos.
No te digo ni adiós ni hasta la vista pues no conozco los misterios de la vida y no sé si nos volveremos a encontrar en estos misteriosos caminos de la vida. Te quiero madre.

viernes, 6 de diciembre de 2019

............................................


Vamos a decir las cosas como son. De que te amo, te amo y te amaré siempre. Y te perdono. Pero parece necesario sanar las muchas heridas que me hiciste y otras que me hice yo misma por darme entera a ti. Voy a escarbar y a poner los puntos sobre las íes. No sé si eres bueno, tampoco yo lo soy pero al menos lo intento. Por ejemplo jamás tuve un mal instinto hacia ti.
Te cuidè como se cuida un tesoro invaluable. En cambio tú, recuerda, cómo y cuánto me odiabas cuando creciste. De niño eras lindo y bueno pero ya había asomos que yo dejé pasar, y creo que no hubiera sacado nada con tratar de ponerte atajo, es tu naturaleza. Una vez me dijiste –furioso- ‘crecí torcido’, y te creo. No eres precisamente un dechado de bondades. Las heridas que me causaste fueron todas en plena consciencia, dirigidas con mira telescópica al punto de mayor dolor. Fuiste malo conmigo. Me odiaste. Y probablemente aún me odias. No lo sé y nunca lo voy a saber porque además eres cínico y mentiroso y si yo te pudiera encarar lo negarías. Eres capaz de disfrazar (o pretender disfrazar sentimientos de odio).
Aunque sí reconozco y sé que también me amaste. No eres psicópata. Sólo que tu odio es mayor que tu amor. Te endiosè por ser mi hijo. De niño te adoraba tanto que me olvidè de mì misma. No tuve alegrìas propias, no tuve amigos ni pretendientes, no busquè el amor de un hombre. Me abandonè y me negué como persona, sòlo fui madre. Quizá èse fue mi error.
Creciste y comenzó a brotar tu odio hacia mì, poco a apoco fuiste subiendo el tono de tu violencia. Y perdonè todas tus faltas. Me callè frente a tu violencia hacia mì (sòlo te faltò pegarme, aunque sì me levantaste el puño). Hasta que hace exactamente 6 años, después de muchos insultos, garabatos, gestos insolentes, miradas asesinas, me diste el último golpe artero y cobarde: me acusaste de abuso sexual. Imagino còmo habrás escarbado en tu mente buscando el peor de los ataques.
Y lo encontraste. Creo que si me hubieras acusado de asesina me hubiera dolido menos de lo que hiciste. Fuiste inteligente en tu maldad. Me diste donde màs podìas causarme dolor, en mi condición de madre. .. también me hiciste otras múltiples acusaciones pero èsas no me importaron tanto. Eras joven e ignorante de los vaivenes de la vida por tanto tu moral era victoriana (hacia mì porque contigo mismo te dabas caña larga!!), porque hasta a mis nietos pusiste en mi contra para dejarme en total orfandad. Te comportaste igual que mis hermanos.
Malo. Bueno, termino diciendo que a veces cavilo que hubiera sido lindo tener una hija que me consolara de los dolores que me causaste. Pero no fue. Ya fue todo asì. No has sido bueno pero igual te perdono.

domingo, 1 de diciembre de 2019

66


Hoy, a mis tristes 66 me siento màs fracasada que nunca. En todos los sentidos. No logrè destacarme en un oficio o una profesión, pasè por la vida laboral sin pena ni gloria (bueno, penas sì y muchas) y terminè jubilada con una pensión de mierda. No tuve nunca un hombre que me amara y me demostrara amor. Fui bonita pero no sirvió de nada, estaba tan ocupada haciendo malabares para que mi hijo sobreviviera que no me fijè si algún hombre pudo interesarse en mì. Hoy estoy gorda, enferma, fea, deprimida, sin atractivo ninguno. Por tanto sola, absolutamente sola. Quièn va a querer estar cerca de una mujer asì, deshecho de deshechos!! Ni los nietos, nadie! A veces me escribe algún putito veinteañero creyendo que tendrè la plata y la indignidad suficientes para contratarlo…Pfff