Por estos días me pasa algo nuevo con la
soledad… como que deja de ser abstracta y toma dos nombres, dos rostros, dos
añoranzas: mi madre y mi hijo. Nada especial, sólo tenerlos en lo cotidiano, un
llamado telefónico con mi madre para hablar de nada en realidad, un email de ‘hola
mamita cómo está’ de mi hijo por las mañanas… un lunes llegando a casa de mi
madre cargada de bolsas de supermercado y ella diciendo ‘pero que niñita tan
loca, para qué se gasta toda esta plata, mire el montón de cosas que me trae…’…
la voz de mi hijo a pesar de la violencia contenida en sus palabras, su
sonrisa, su mirada inteligente, bonita y sarcástica… en fin, mi familia, lo que
creí verdaderamente mío y que jamás imaginé que los perdería con apenas 20 días
de diferencia… qué dolor que no pasa Dios, no pasa…
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