lunes, 24 de mayo de 2021

Premios de Consuelo

 Siempre me he subido a destiempo en la rueda de la fortuna. En mi vida he tenido sòlo unos poquitos premios, no he sido afortunada para nada. Seguro lo he hecho mal quizá o serán cosas del destino y del azar. Los pocos premios que he obtenido han sido de consuelo. Tuve un premio mayor –mi hijo- pero lamentablemente lo perdí. Tuve otros premios importantes –mis nietos- pero también los perdí. Y quizá peco de mal agradecida o será esta depresión que todo lo tiñe de oscuro, siempre bajo la nube negra, con esos escasos rayos de sol que me ganè. En fin, quizá en la próxima vuelta logre subirme a tiempo…



domingo, 23 de mayo de 2021

Parodia

Un día más haciendo la parodia de vivir… para quién? Para nadie más que para mí misma. Soy mi propia y única espectadora. Cuántos años de pre pandemia? –ocho. Y me avergüenzo de este espectáculo grotesco que me ofrezco cada día. Las noches sin dormir y luego a media mañana hacer el esfuerzo de levantarse y comenzar la parodia: desayuno, los remedios, el guatero para los pies, airear el dormitorio y vuelta a la cama. A no hacer nada. Con los ojos rojos, adoloridos y casi ciegos de tanta pantalla. Buscando entre resquicios a ver si existo. Pero no. La vida existe. Los demás. Entonces miro con casi nulo interés sus vidas en esta pantalla fría y sin amor. Busco a ver si diviso por ahí en las redes a mis nietos. Y claro. Allí aparece mi nieta –una extraña a estas alturas-. El niño aún es pequeño pero de cuando en vez aparece su carita hermosa. No puedo decir que me emociono. Ni que me alegro. Sería llevar la parodia al paroxismo. No. Siento pena. Y rabia. Y rencor. Y no logro aceptar esto que me tocó. No hice nada malo y sin embargo llevo años –toda una larga vida en realidad- castigada, por anga o por manga. Debe ser por la depresión. Como es endógena ha ido atacando desde niña. Y ahora el parkinson, pff. Menos. La gente me rehúye como a leprosa. Cuántos siglos sin hablar con nadie. Antes, cuando joven, al menos era bonita y si salía a la calle las personas me miraban con admiración. Ya era algo, una especie de intercambio de tibieza, de vida… y volvía a casa con la sensación de existir. Hoy se acabó. Cada tres semanas al supermercado y a la farmacia, mascarilla, no sonrisas, escuetas palabras, hasta luego. De vuelta a casa en la parodia, sabiendo que hace siglos que morí.