Sigo confirmando que no nací para ser la prima donna… nunca he sido esposa, hija
querida, novia importante con flores y anillos…
Hace dos o tres días volví a encontrarme
virtualmente con un amigo virtual –valga la redundancia. Lo conocí en 2017, nos
flechamos, fue una relación redonda, integral, pero sólo virtual. A pesar de
eso no prosperó porque mi lugar en su lista de prioridades era el último, o más
bien, no había lugar para mí.
Esta vez, después de mi última experiencia
amorosa virtual , con el fatal desenlace de la muerte de mi amor por causa un
cáncer, estoy más ¿madura? O ¿conformista?... diría que ya recién empiezo a
entender mi destino de segundona, de looser,
de nunca brillar en el mundo de ningún hombre. Soy la que se puede amar y
admirar y desear, pero a escondidas. Siempre tras un velo oscuro porque la
realidad no me guarda un lugar en el escenario abierto. Estoy destinada a
permanecer en lugares ocultos y en silencio.
Seré capaz de aguantar mi lugar de
relegación durante un tiempo, o me rebelaré como la estrella brillante y amada que quiero ser? Aceptaré las migajas sobrantes con tal de tener algo o cerraré
esa ventana para volver a mi eterno enclaustramiento?
Porque ya a estas alturas de mi vida está
claro que mi sino no cambió ni cambiará. Lo escrito, escrito está.