domingo, 18 de junio de 2017

Mi semana

(Todas mis semanas) se parten en dos: 5 días a medias en el mundo y 2 en algo así como un mundo paralelo. Un mundo mudo, silencioso, invisible. En estos dos días no hay mundo en realidad. En realidad no hay realidad. Sólo estoy yo en un desierto silencioso y cruel que dura 48 horas. Silencio que provoca que mi boca tiemble todo el tiempo de tanto estar cerrada. A ratos largos me siento enjaulada, a ratos quisiera dormir largamente para acortar este tiempo. Aparentemente estoy viva, lavo la ropa, la seco y la guardo. Reviso y limpio los floreros, riego una que otra plantita… pero así y todo es un tiempo interminable. Sobretodo porque no hay interrupciones humanas. Ni el timbre de afuera, ni el ring del teléfono, ni siquiera un whatsapp.
Paradójicamente llega el día lunes y se me hace que no hubo fin de semana, que fue tan corto que no viví y que sigo cansada. Y es claro. No viví. No hice nada que me resultara interesante, creativo, vivo.
Y comienzan los 5 días, largos, interminables, aburridos, solitarios. Apenas una que otra conversación de índole laboral, uno que otro saludo más amable que otros. A veces un sincero cómo estás?, desde ambos lados, que devuelve la sensación de estar viva, inserta en el mundo de los humanos.

En definidas cuentas, a mí me sobra el tiempo. Siempre. Entonces vuelvo a la pregunta latente en mi ser interno: para que estoy viva? Si ni yo misma me necesito. Para qué este absurdo permanecer en estos dos mundos, tan ingratos el uno como el otro.

1 comentario:

  1. Esa dinámica semanal la padecemos muchos, y la pregunta terrible también nos la hacemos... qué sentido tiene pasar 5 días en un trabajo que odiamos, al menos yo odio el mío, y luego dos días vegetando en un limbo de horas sin sentido?
    No lo sé.
    Pero supongo que el instinto de supervivencia nos mantiene vivos.

    Besos y ánimo.

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