Dicen que
nadie cambia. Pero yo ¿Soy la de siempre? O he cambiado? Las gallinas sabrán?
Yo sé que
estoy distinta. Qué tanto, no lo sé. Pero he aumentado (de peso, claro) pero
también en tolerancia, en paciencia, empatía, en respeto al prójimo (aún no en
respeto a mí misma, lamentablemente; ésa es tarea difícil!).
Todos
estos cambios me han dado un nivel de seguridad distinto. Sigo arisca social,
no me relaciono con los demás, por temor al rechazo, como siempre. Pero ya no
siento culpa por no hacerlo. Me asumo como tal y que los demás vean si me
aceptan o no. Cosa suya.
A esa
seguridad me refiero. A la de escoger libremente sin sentirme presionada
(auto-presionada para peor, porque nadie lo hace). Si a nadie le intereso ¿para
qué me presionarían?
Estoy distinta
en mi autoexigencia. Llego sólo hasta donde puedo. Doy lo más que puedo, pero
no hasta matarme en el intento. En todo orden de cosas. Me he relajado. Como la
cruz de Luciano pesa tanto, no me queda fuerza para más y lo asumo.
Ése es
parte de mi cambio. Sé que aún me quedan muchas aristas por descubrir. Pero voy
piano. La presión que me impuse toda me vida no me sirvió de nada. Sólo logró
convertirme en un ser amargado y triste. Miedoso e inseguro.
Hoy no tengo
prisa. Ni por vivir ni por morir. Ya me rendí a los designios misteriosos. Ni suicidio
ni enfermedad. Nada me incomoda mucho.
Tengo algunas
certezas y aún muchas preguntas. Vacíos de saber inconmensurables. Preguntas que
dejé de hacer por inservibles. Porque aún no tengo las respuestas.
Y así vivo
hoy. Siempre triste, con ese tinte inviolable que ya ni lucho por quitarme de
encima. Cada vez más simple, menos interés, menos conocimiento, lineal, sin
búsquedas que me resultan imposibles de emprender, por lo insondable de sus
respuestas.
Ahora me
parece que más que Soy, Estoy. Ser o no Ser; Estar.
Y no digo
en paz pero sí que siento que el peso de acero que llevaba sobre mis hombros me
ha abandonado. Ha decidido retirarse de mí. Ahora llevo los recuerdos de su
peso, como el dolor de los miembros amputados. Supongo que poco a poco
desaparecerá. Esto es bueno. Muy bueno. Me permite de alguna manera levantar mi
cabeza y mirar. Mirar hacia afuera. Hacia los demás. Con mayor liviandad. Y quién
sabe si por ahí, de poder mirar, encuentro una ventana que me llame la
atención. Será verdad que la esperanza es lo último que se pierde?
No hay comentarios:
Publicar un comentario