sábado, 5 de noviembre de 2016

Los Olvidados

Existe un mundo del que pocas personas quieren aceptar su existencia. Porque es un tema incómodo. De ésos que es mejor barrer bajo la alfombra. De esos que mejor ni nombrar siquiera por no ser aguafiestas. Es el mundo de los olvidados. Por diferentes motivos e historias de vida, hay gentes repartidas por el mundo que son los olvidados. Los que se quedaron para siempre –un para siempre demasiado largo sin excepción- con la soledad como su única compañía. Quizá al principio la buscaron por cuenta propia, por alguna pequeña o gran decepción, por algún pequeño o gran dolor y no hubo como respuesta de parte del mundo más que un desabrido eco. Entonces no encontraron mejor compañía que la soledad. No supieron o no pudieron esgrimir la novedad, el cambio, otras estrategias. Y se retiraron se refugiaron y hasta se sintieron alguna vez cómodos en su soledad, pero pronto ésta comenzó a aprisionarlos, se convirtió en su verdugo, en su cuerda alrededor del cuello. En su horrible y cruel cárcel mental.
Y el mundo -los demás- los olvidaron. Como cuando en casa se nos extravía algún objeto sin importancia, al principio lo buscamos con cierto interés pero luego lo olvidamos. Así los demás al principio nos buscan pero pronto nos olvidan pues no revestimos para ellos gran interés. Somos prescindibles. Hay tantas otras personas con quienes compartir. Personas más interesantes, más cercanas. Sobretodo más cercanas pues se han creado entre ellas lazos. Los olvidados en cambio no construyen lazos. Y si los construyen, pronto permiten su ruptura porque no saben cultivar. Su torpeza emocional los va llevando sin remedio al dolor de los lazos rotos. Porque no es que no les interese, no!, todo lo contrario. Mueren de dolor cada vez que un lazo se rompe. Y caen más profundo cada vez. Con cada posible atadura al mundo sueñan al principio con una nueva realidad, pero viene la indefectible ruptura, el lazo se hace trizas y caen sin remedio una vez más a su abismo solitario.


Son los olvidados. Los que no saben vivir. Porque no se hizo la vida para estar en eterna soledad y ellos lo saben mejor que nadie. Y sufren. Duelen sus almas en sus cárceles de aire, amarrados a la nada y sin saber liberarse. Los olvidados son un mundo aparte, real y literalmente aparte. Son la excepción que confirma la regla.

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