miércoles, 15 de marzo de 2017

Dónde está el dolor


























Me pregunto dónde me duele, qué me duele. Dicho en vulgo, hasta el pelo. Dicho por mí, hasta mi astral. Es segundo a segundo, día y noche, duele duele duele. Aaayyyy. Por qué no acaba? quién me tiene bajo el yugo del dolor? Los felices dicen que soy yo misma. Los no felices callan por no saber qué decir. Y yo ya no pregunto, decepcionada de todo, partiendo por mí misma.
Creo que son las ausencias. Una a una las personas se alejaron. Una a una, algunas con percepciones erróneas de mis actuares. Otras por bizarras calumnias. Otras supongo que aburridas de mi cara de víctima dolorida (aunque trate de disimular y sonreír en mueca patética). Otras -la mayoría- sin explicación. Y yo tiendo correos, llamadas telefónicas, whatsappes y nada. El mundo enmudeció para mí. No se oye padre. No hay respuestas. Se quebraron los puentes. 
Duele. Cómo duele. Y pasa de moda porque se vuelve añejo. Y los regalos de Navidad siguen empolvándose esperando que algún niño venga a buscar lo suyo, lo que le trajo el viejito pascuero. Y el dolor sigue. Y cada día renueva sus motivos. Hoy está el psicópata ingobernable, con más miedo que dolor, sin dejar de sentir éste pero por él.
Es como un aura que me envuelve en cárcel. No puedo salir. No encuentro motivos. Un amigo feliz dice que el único motivo debo ser yo misma, sin esperar a nadie, sola como un dedo y feliz, Ja… y claro como él tiene una familia y amigos y personas, le resulta re fácil dar recetas. Pero lo hace de buena fe y por eso lo perdono.

Será hasta el día del juicio final? Juro que si un día antes de morir tuviera un instante de compañía, de amor genuino, de comprensión y empatía, moriría feliz.

miércoles, 1 de marzo de 2017

Entre el Femicidio y la Soledad

Hace ya varios días que me descubrí. Yo creía que mi enganche con él era por miedo, por compasión, etc. 
Pero caí en la cuenta que hay una razón mucho más poderosa: una vez más, mi soledad. Lo acepto en mi vida con todo el riesgo que ello me implica, con todo el desgaste de vivir amenazada, porque es una persona. Cualquier cosa con tal de tener un lazo hacia la vida, hacia un ser humano, aunque sea el menos indicado, pero es el único. 
Porque entre sus odiosidades y amenazas también alterna gestos de dulzura, de ternura, palabras amorosas (en bajísimo porcentaje en todo caso). 
Soledad. Si busco en mi teléfono, las únicas llamadas que hay desde hace meses, son las suyas, nadie más me llama, ni siquiera en respuesta a llamadas mías sin contestar. Lo mismo en mensajes de texto, nadie me escribe aparte de él.

Es un problema muy peligroso. Si sigo sin poder detener su enfermizo avance acosador, no sé en qué puede terminar esto. Y aunque de verdad no encuentro la forma –lo he intentado de varias maneras- me pregunto si me estaré haciendo trampa al no encontrarla, sólo para no perder el vínculo y verme obligada a volver a la absoluta y cruel soledad de siempre. 
Tengo un miedo real a que cumpla sus amenazas de violencia desatada y sanguinaria. Pero es igual de real el miedo a volver a la soledad.
Lamentablemente soy mujer de poca fe, pero como sea he entregado mi vida a dios, que sea lo que el universo disponga.