domingo, 16 de julio de 2017

Al principio fue el verbo


Cuántas letras necesito para dar vuelta esta hoja de vida? cuántas palabras calmarán mis ansias cuántas letras expiarán mis culpas cuántas frases llenarán mi vacío con qué conjuros de letras abriré esta cárcel abominable…
Cuál será la combinación secreta de las palabras que tendrán la magia para terminar de una vez esta vida?
Mis dedos habitualmente calman mi dolor y van vaciando letra a letra los sinsabores que vivo día a día. Conjurando como pueden el dolor que se acumula en montañas cada anochecer vencida una vez más, cada amanecer sin expectativas, cada hora lenta y ociosa en mi corazón adolorido.
Sin embargo hay ocasiones en que ni siquiera mis manos tienen el valor de vomitar en negras letras el negro no-vivir que me acecha día a día, interminablemente voraz.
En el principio era el verbo ¿qué quiere decir? Que con las palabras se forma la materia? Qué palabras he usado en mi vida? negativas, tristes, opacas. Qué construyo con ellas? Penas, tristeza, opacidad.
Qué es primero? El huevo o la gallina? Qué palabras positivas y bellas puedo escribir si no me suceden cosas positivas ni bellas.
Y el silencio? Con qué letras se escriben el silencio y la nada? Hay acaso algún código oculto para describir la soledad? Ésa que muerde las entrañas y te invade hasta los tuétanos. Con qué palabras se da guerra a esta infame compañera llamada soledad?
Y a los ataques arteros e infundados, a la provocación, a la amenaza, a la intimidación, a los insultos, a las guarrerías, con qué piadosas palabras se les puede desvanecer? O habrá que devolver pan por pan y usar la misma moneda?

A ratos siento que ni siquiera las letras, mi refugio habitual, son capaces de contener tanto dolor. Es un río sucio y barroso que arrastra mis penas, mis letras, mis sentires, revolcándolos en triste e inútil mazmorra destinada a una muerte poco digna, a un final incierto y sin luz.

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