Será que existen los
decretos? Será que mi padre decretó mi futuro desde que yo era pequeña? Con la
obvia connivencia de mi madre y hermanos, por supuesto.
Creo que de niña en
realidad no me interesaban las muñecas. Prefería jugar con mis hermanos a las
bolitas, al trompo y muchos otros juegos que no tenían género, eran
universales.
Es raro. Mi madre me hizo
ser madre de sus hijos más pequeños y yo asumí el rol sin chistar, incluso me
gustaba un poco, aunque sabía que era una injusticia. Como era tan tímida y
aislada, al menos ahí tenía un por qué para vivir.
Ya llegada a la
adolescencia quería ser linda, querida, admirada, regaloneada. Nunca lo fui. Al
contrario. No tuve buen trato, no me quisieron, me ignoraron, me trataron como de
segunda categoría, como cenicienta.
Ya llegada a la juventud,
todos pololeaban, tenían novios, se casaban. Tenían hijos. Y ahí empecé a
sufrir otra vez. Quería hijos. Consideraba que eran el mayor tesoro que se
podía obtener; un tesoro que había que cuidar y proteger como leona.
Pero a mí ningún hombre
me elegía. Era bonita, interesante, culta, inteligente, divertida… y sin
embargo los únicos hombres que se fijaban en mí eran los de la calle, los de
los piropos, y eran muchos.
Pasó el tiempo y los
decretos de mi padre empezaron a hacerse carne en mí. Desde muy pequeña,
imagino incluso que antes de tener yo uso de razón. Había en él ciertos tips
que me repetía con regular insistencia:
-
Que cuando nací, la matrona le dijo ‘tuvo una
solterona’
-
Que como ‘no era buena con mis hermanos iba a ser
una madrastra’
-
Que era muy pesada para que algún hombre se
interesara en mí
Y así en ese marco
regulatorio fui creciendo y haciéndome un poco más decidida a pesar del terror
que seguía sintiendo por él y de la pena de no tener a mi madre aunque
viviéramos en la misma casa. Yo sólo servía para hacer las cosas de la casa y
para atender las necesidades de mis hermanos hombres, chicos y grandes. Injusticia
debió ser el nombre de mi madre.
A cierta edad declaré a
la familia que si yo no encontraba un hombre que quisiera estar conmigo, igual
iba a tener un hijo y ser madre soltera. Obviamente me catalogaban de loca,
mientras se mordían para no decirme cosas más feas. Yo no soportaba la idea de
no tener un hijo. Me parecía que lo estéril de mi vida podría trocarse en algo
mejor si tuviera de quien ocuparme y sentir amor. Alguien a quien proteger.
Lo hice. Y me significó
la expulsión de la familia. Pero a pesar de todo -de la pobreza, de la soledad,
del cansancio, del abandono y el desprecio- fui feliz por un tiempo. Disfruté a
ese hermoso niño que me nació contra todo pronóstico y contra los deseos de la
familia de que mi hijo yo desapareciéramos de la faz de la tierra.
Y así fue que creció, se
rebeló y un mal día me maldijo y se alejó de mí, ya por casi cuatro años que no
sé de él, a pesar de vivir en el mismo barrio, a dos cuadras el uno del otro.
Feliz día de la
madrastra? O de la solterona estéril?