Hace ya varios días que me descubrí.
Yo creía que mi enganche con él era por miedo, por compasión, etc.
Pero caí en
la cuenta que hay una razón mucho más poderosa: una vez más, mi soledad. Lo
acepto en mi vida con todo el riesgo que ello me implica, con todo el desgaste
de vivir amenazada, porque es una persona. Cualquier cosa con tal de tener un
lazo hacia la vida, hacia un ser humano, aunque sea el menos indicado, pero es
el único.
Porque entre sus odiosidades y amenazas también alterna gestos de dulzura, de ternura,
palabras amorosas (en bajísimo porcentaje en todo caso).
Soledad. Si busco en mi
teléfono, las únicas llamadas que hay desde hace meses, son las suyas, nadie
más me llama, ni siquiera en respuesta a llamadas mías sin contestar. Lo mismo
en mensajes de texto, nadie me escribe aparte de él.
Es un problema muy peligroso. Si
sigo sin poder detener su enfermizo avance acosador, no sé en qué puede
terminar esto. Y aunque de verdad no encuentro la forma –lo he intentado de
varias maneras- me pregunto si me estaré haciendo trampa al no encontrarla, sólo para no perder el vínculo y verme obligada a volver a la absoluta y cruel soledad de
siempre.
Tengo un miedo real a que cumpla sus amenazas de violencia desatada y
sanguinaria. Pero es igual de real el miedo a volver a la soledad.
Lamentablemente soy mujer de poca fe, pero como sea he entregado mi vida a dios, que sea lo que el universo disponga.
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