Me insulta, me amenaza, luego
me dice que no puede vivir sin mí. Que llora y está triste por mí (léase por mi
culpa). Cada día más desequilibrado, no puedo responderle ni a lo bueno ni a lo
malo. Me envía fotos de él en la playa, extraño, excéntrico, muy delgado…
pobre. En verdad creo que está empeorando cada día. Y no parece que esté aún en
tratamiento.
Me dice que tiene una carta
bajo la manga, una mujer joven y dinámica… A las pocas horas me dice que mintió
para ver mi reacción -(y ésta fue positiva, lo alenté a cultivar esa relación…)-
y que no tiene a nadie que sólo piensa en mí, llora y quiere volver a los
buenos momentos vividos conmigo. Los malos no existen o son mi culpa. Entonces vuelve
a los insultos y amenazas…
Me asusta que vaya a cumplir
sus amenazas. Los insultos y bajezas me resbalan, sé quién soy, con eso no
tengo problema. Tampoco puedo responder a lo bueno pues inmediatamente cree que
volveremos como si aquí no hubiera pasado nada.
Me pregunto si tendrá
esquizofrenia. Y me pregunto si será que en esta enfermedad se olvidan las
agresiones y violencia cometidas.
Porque no reconoce nada de lo
mal que ha hecho. Es más, si por un desliz llega a hacerlo, siempre es mi
culpa. Yo lo llevo a esas acciones…
Pobrecito. Es tan solo como
yo. No tiene a nadie, ni siquiera se tiene a sí mismo. Su autoimagen es
distorsionada, autoindulgente, autopermisiva, con un enjuiciamiento victoriano
hacia mis errores… ufff. Una personalidad realmente caótica y agotadora.
Tengo miedo y tristeza a la
vez. Quisiera con toda mi alma poder ayudarlo pero el hacerlo me llevaría al
riesgo inminente y no puedo dejarme vencer. Por mis nietos. Sería un gran
trauma que su abuela estuviera involucrada en un suceso violento, perdiendo
quizá la vida. No puedo. Debo guardar silencio aunque me perfore la pena el alma
por no poder ayudarlo.
No te arriesgues no vale la pena morir por um hombre.
ResponderEliminarCuídate.