A pocos días de la celebración de las fiestas de fin de año me vi envuelta en
una especie de ensoñación (sencilla y nada extraordinaria, pero para mí tan
sola siempre…) que no busqué. Vino este hombre y casi contra mi voluntad quiso
celebrar conmigo. Yo acepté porque es tan insistente que no hay cómo esquivar (y porque luego de años de pasar sola quise probar).
Y tuvimos una bonita Noche Buena. Solos y en paz.
Y pensar que quizá pudo ser. Aquello que él llamaba
nuestro amor de otoño. Me regaló un anillo grabado. Lindo el anillo, sencillo y
de buen gusto. A ratos pensaba que podría llegar a quererlo y pasar mis últimos
días con él.
Pero una vez más rompió todo. Todo margen fue
traspasado. Borracho y drogado quiso entrar a mi casa a la fuerza. Llamé a la
policía. Amenazó con quemarme, me gritó a voz en cuello los peores insultos en
la calle delante de los vecinos. Saltó la alta muralla de los vecinos para
entrar a mi casa. Como ellos lo echaron afuera salió a conseguir una herramienta de las que usan los delincuentes para reventar cadenas y candados. Casi morí de miedo. Me quedé casi sin reaccionar. Gracias a
Dios los vecinos también llamaron a la policía y llegaron pronto y se lo llevaron detenido. Pero como en este país los detenidos salen limpios de polvo y paja en unas pocas horas, ayer y hoy he estado con el alma en un hilo. En este país no se le
detiene a la gente por amenazas graves, sino cuando ya son cumplidas. Aunque
reforcé las medidas de seguridad de la casa estoy angustiada, en vilo. No sé
qué irá a pasar. No sé si quedó detenido o no… traté de averiguar inútilmente.
En este país las instituciones no dan respuestas.
No es mi primer Año Nuevo sola. He vivido muchos. Pero
sola y atemorizada, nunca.
Será lo que será y no hay más. Abrazos a todos.
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