lunes, 31 de octubre de 2016

YO NO QUIERO

Ahora sí voy empezando a tener claro lo que no quiero. Sabía lo que quiero –no un príncipe azul, pero sí tengo un perfil que espero se cumpla más o menos. Y como no tenía forma de aprender por falta de práctica (léase falta de compañero), me quedaba en la teoría, que en este caso es poco lo que sirve. Yo no quiero a mi lado un hombre así:
No quiero que me sigan juzgando.
No quiero doble personalidad; puedo aceptar pequeños rasgos que resulten divertidos (siempre me ha gustado un poquito la locura) pero no esa disociación en donde asoma el demonio atacándome. No quiero que me sigan acusando de canalla.
No quiero que me digan palabras insolentes, groseras, bizarras ni descalificadoras.
No quiero que cada dos por tres me saquen a relucir mis malas acciones del pasado.
No quiero estar con quien no me perdona. No quiero estar con alguien que finge. No quiero estar con alguien de dudoso standard.
No quiero un hombre que no me quiera a rabiar. No quiero un hombre violento, por ningún motivo.
No quiero un hombre flojo.
No quiero un hombre mezquino. No quiero un hombre aprovechador.
No quiero un hombre grosero.
No quiero un hombre vulgar. No quiero un hombre sin educación.
No quiero un hombre tozudo. No quiero un hombre al que le tenga miedo.
No quiero un hombre que no me deje acariciarlo.
No quiero un hombre que no me haga cariño.
No quiero un hombre que base la relación en el sexo.
No quiero un hombre que me haga sexo rudo y sin amor.

No quiero un hombre que no me respete.

jueves, 27 de octubre de 2016

REFLEXIONES Y RAZONES

Creo que la única manera de comprender ciertas conductas humanas frente a situaciones complejas -ya sean positivas o negativas- es viviéndolas en carne propia. Nada más arrogante que creernos dueños de verdades inamovibles. Eso se da en la juventud y en personas rígidas de mente, que entumecidos en sus cuatro paredes, no son capaces de conocer otras realidades.Yo me encuentro hoy en uno de esos aprendizajes. Corro riesgo, lo sé. Un gran riesgo. Pero lo estoy viviendo, con cautela, con resguardos, pero lo vivo.Al grano. Estoy viviendo algo así como el síndrome de Estocolmo. No tal cual pero… parecido.Mi situación es de persona sola, absolutamente sola. No tengo familia y de amigos una que otra a las que veo muy a lo lejos. Bien, resulta que he conocido a un hombre. Desde el principio lo noté raro, distinto, excéntrico… ¿loco, drogadicto, alcohólico? Sí! Las tres condiciones, agregando violento. Luego de demandarlo a la justicia y pedir protección, han pasado los días y vuelve a hablarme casi normal. Lo recibo telefónicamente. No en persona. Le temo y además me provoca repulsión por todas las agresivas y bizarras palabras y amenazas terroríficas con que me coronó. Declara no recordar nada, habiendo actuado bajo el alcohol y las drogas. Pero yo sí recuerdo! Y no quiero recibirlo en mi vida como mi pareja aunque él se empeñe en conseguirlo.Pero sin embargo ahora que me habla normal, hablo con él. Me conmueve. Me miro en su espejo de soledad, no en su violencia afortunadamente. Y deseo para él lo mejor. Le aconsejo. Le hablo con cariño. Le pido que se cuide. Aquellos a quienes cuento esto (mis terapeutas) se horrorizan y preocupan. Tienen razón. El riesgo es enorme. Pero estoy atrapada.Y claro, aquí viene mi motivación. No es por él. No es altruismo. Es por mí. Por mi miserable soledad. Necesito sus palabras lindas. Sus llamadas y mensajes diarias. Su preocupación por mis asuntos. No olvido que tiene dos caras. No olvido al demonio que vive en él. Pero su lado bonito me hace bien. Es la única persona que me habla. La única persona que me ha halagado en toda mi larga vida. Cómo entonces renunciar a él? Cómo renunciar a las únicas demostraciones de cariño? Al único contacto humano? Es difícil prueba. No puedo zafar. Sólo espero que el universo me proteja (y a él también) y no haya finalmente nada que lamentar. No sé cómo seguirá esto. No sé cómo acabará. Pero no puedo (ni quiero) salir por ahora. I’m sorry…Claro que tengo razones que son del corazón-mente para no aceptarlo como pareja sino sólo como amigo no presencial:

1.       Desconfianza debido a su violencia, que fácilmente se puede repetir

2.     Molestia porque con las asquerosidades que me dijo mató mi libido, no sé si para siempre pero por ahora… puajj
3.     Molestia/pena debido a que me cobró trabajos que hizo en mi casa y que yo entendía como colaboración de proyecto-pareja
4.    Decepción porque no trabaja
5.     Incomodidad porque parece esconder muchas cosas de su vida
6.    Molestia/pena por su desinterés y casi molestia frente a mis nietos
7.    Frustración por su actitud distante y casi molesta si le hago un cariño
8.    Sensación de imposibilidad debido a su reproche exacerbado frente a mis errores antiguos (algo así como sin perdón)

sábado, 15 de octubre de 2016

OTRA VERDAD?

YO NUNCA NEGUÉ EL MÍO
Es un hombre complejo, contradictorio. Tiene una mente a ratos sobresaliente y a ratos parece débil mental. En el último mensaje me me dice “Cagaste a toda una familia! Y a un hijo! Mátate, sin honor!”.



Es fuerte! Tiene razón? Soy una insensata egoísta que no he tomado el peso a mi acción? Yo sinceramente no creo haber “cagado” a mi familia”, más bien lo contrario. Ellos me han hecho mucho daño. Cómo se mide? Quién mide? Será que esta soledad eterna en la que vivo es lo que merezco por mi acción? Realmente habré “cagado” a mi hijo? Lo habré dañado directamente? Cómo puedo hacer una verdadera introspección al respecto? Cómo puedo medir los efectos de una sola verdadera acción negativa en mi vida sobre mi hijo? (La verdad es que mi familia no me preocupa, ellos no han sido buenos conmigo). Pero sí me importa haber dañado a mi hijo como dice esta persona, dentro de su rabia delirante. Eso sí me preocupa. Porque claro que tengo conciencia de haber cometido un error, pero no creo ser la responsable de la amargura y el rencor de mi hijo hacia mí y hacia toda mi familia, pero principalmente hacia mí. Puedo ser tan egótica que no logro ver las consecuencias de mi error en toda su real dimensión? …. Han pasado ya más de 30 años y aún repercute sobre mí, pero no sé si sobre mi hijo. Pareciera que sí, pero sólo los desquiciados se atreven a escupírmelo en la cara.

UNA RAYA EN EL AGUA

"Soy un hoyo, una raya en el agua… pero dejé mi sangre en tu cama”
Entre tanta amenaza, groserías e insultos, me dijo eso. Y es verdad…
No lo convencí, no me convenció. Hicimos el intento, como dijo “la última batalla”… el amor de otoño. Pero no resultó.
Locura, alcoholismo pánico, delirio. Pena, qué pena. Pero no. No puedo ya a estas alturas ser terapeuta de nadie. Menos del que espero sea mi protector. Y creo que tampoco puede él salir de su infierno (ojalá pudiera, por él mismo). Yo… yo sigo el camino trazado… ese del cual salí por un ratito para aprender otro modo, para conocer lo distinto, para medirme. Pero vuelvo aquí, siempre igual. Casi no por mi propia opción, sino por la violencia. No sirvo para eso. No soy mujer que acepte ser maltratada. Lo viví, lo conocí y no lo quise. Me produjo aversión. No.